9 de agosto de 2007

Petén, La Primera Frontera: Las Panteras y el Oro en sus Garras.


Domingo 5 de Agosto, 10 de la noche. El frío del aire acondicionado del bus me cala la piel y me aviva los sentidos después del calor sub infernal del fin de semana. A pesar del dolor de piernas y el ardor en los hombros, siento el corazón hinchado de orgullo por mi Super Pulga y Compañía. Aún me retumba en los oídos esos gritos de emoción (¡¡¡Guate, Guate, Guate!!!) y el corazón se me sale de golpe al recordarlas saltando en círculo cantando a todo pulmón el triunfante “Siquitibúm a la bim bom ba, Guate Guate rararaaaa”. Ganaron, luego de creer ver volar el éxito después del fatídico partido contra Sololá, en el cual, bajo las inclemencias del traicionero clima petenero, fueron derrotadas, las Panthers se levantan orgullosas y triunfantes junto al sol del medio día.

Amaneció algo lluvioso y nublado. Alrededor de las 10 el sol brillaba en las alfombras de agua que las escobas presurosas removían del cemento de las canchas, tratando de evitar un resbalón que pudiera impedir la jugada perfecta. Después de dos partidos victoriosos les entregan la noticia final: la revancha contra Sololá, en búsqueda del preciado oro. Las trasladan de lugar, a una improvisada cancha marcada con masking tape en el suelo del salón de usos múltiples de Flores. Las marcas con las medidas reglamentarias y la net con el alto autorizado, el inflable de la comisión de Educación Física en la tarima y la suave brisa proveniente del lago que se cuela por la malla de las ventanas nos dan la bienvenida. El sol se queda afuera haciendo guardia, reflejándose en la superficie del agua buscando colarse al interior, pero no, esta vez no está invitado a participar de los juegos, tendrá que esperar escuchar los resultados por las bocinas.

Se instalan lo mejor que pueden, comienzan su rutina de calentamiento disfrazando uno que otro paso de baile entre los ejercicios, acompasadas por el ritmo reguetonero del Lady Lover y La Factoría. Se les ve el ánimo en los rostros dorados por el sol, se puede sentir en el aire los nervios, la necesidad y ganas de ganar. De pronto hacen su aparición los trofeos y las medallas, los culpables de que estos nervios nos estén picando las venas, jugadores, padres, amigos, vecinos, parientes y colados, los vemos ahí en la tarima, mudos testigos de la competencia que está por finalizar. Están ahí, trazando el camino al éxito, solo tres equipos tendrán la oportunidad de caminar por él, solo tres llegarán al final.

Suenan los silbatos, vuelan las pelotas y se intensifican las voces. El ruido intenso de los vitoreos de cada equipo se confunde con las notas de la música, me es difícil inclusive escuchar mis pensamientos que desordenadamente tratan de hilvanar anticipadamente esta bitácora. Es ahora o nunca, la última oportunidad de pasar a la final entre los primeros. Los minutos caminan en el marcador, emociones a mil y entre gritos, porras y cantos logran terminar el tercer set llevándose la victoria. Van a la final, a disputarse el oro, a un paso nada más de conquistar su primer trofeo a nivel nacional. Los puntos se vuelven eternos, las jugadas son de nunca verse, es increíble el potencial de cada una de ellas, nunca antes habían podido lucirse así con los otros equipos. Sale la bola en el último saque y el tiempo se detiene en la jugada. Juro que el silencio de ese momento fue tan grande que hasta el viento se detuvo a mirar… el punto seguro cae al piso y el silbato nos despierta del espasmo, el silbato y los gritos desaforados de las ganadoras, que se unen en un abrazo y entre porras y saltos celebran extasiadas. De más está decir, que ese paso fue pequeño en distancia pero grande en poder. En una palabra: GANARON.

Parece que están volando, la alegría es tan grande que se les olvida el calor, el cansancio y el hambre por un momento mágico. Ahora pueden respirar tranquilas, la odisea acabó. “Piscina hasta las 8” se oye a lo lejos, pues parece que les ofrecieron de premio dejarlas estar en la piscina del hotel hasta esa hora. Un merecido relax después de tanta tensión, yo las hubiera dejado hasta la media noche inclusive de no ser el largo viaje de regreso al día siguiente.

Ahora quedaba únicamente esperar a la premiación, y con el hambre de regreso, Les y yo improvisamos unos sanwiches pre-almuerzo para calmar a las pequeñas campeonas. Pan, mayonesa, jamón y queso pusieron en espera los estómagos de las ganadoras mientras se decidía la hora en que se las llevarían a almorzar para luego retornar a la premiación.

El momento tan anhelado estaba ahí, desfilaron una a una recibiendo su medalla, la capitana al final para recibir el trofeo y alzarlo para que todos lo viéramos. Los dos entrenadores también con su medalla se unen al grupo para la foto y terminan el momento con una porra. El torneo llega a su fin, y las Panthers se retiran de la tarima con el oro en sus garras. Solo queda el largo trayecto hacia la capital para retomar las labores cotidianas, el colegio, el trabajo y la rutina de la semana.

…Llega el lunes y la espera afuera del colegio para recoger a la campeona. Sale con su medalla puesta y los ojitos llenos de cansancio. Fue una gran aventura, que espero no sea la única, sino la primera de muchas más en el libro de su vida. Dios mediante esta experiencia la lleve muy lejos para que así pueda presumir más adelante sus logros y triunfos. Dios mediante el destino tenga lleno el tintero de más capítulos para escribir, mil y una razones más para sentirme orgullosa de mi Pulga de Oro.

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