7 de septiembre de 2009

¿Una luz a medio camino?


Noche de luna llena, fulgor que tiñe de luz el oscuro malva del cielo nocturno. Que no existe poeta que no haya dedicado algún verso a la luna, dicen por ahí. Yo le he dedicado varios, porque ha sido cómplice, amiga y mala influencia en mis locuras y testigo de pensamientos fébriles. ¡Ah la luna blanca, fantasmal y etérea! Astro regente de lo desconocido, asociado a historias, mitos, cuentos y misterios. Cuantos la adoramos (inclúyome en la cuenta pues es mi diosa favorita) y tantos otros le temen porque no la entienden. Héla ahí una vez más, acompañándome en mis cavilaciones y entretejiendo mis pensares y sentires, una vez más, como siempre.

Ya se me van pasando las horas azul/gris del luto obligado, adicionando a todo esto el hecho de que por primera vez en mucho tiempo escuché un brindis no sólo peculiar y original, sino que sincero: "Brindemos pues por la vida y por la muerte", que sin que pueda explicarlo, me llenó el corazón de paz. En lo que duró el brindis pensé en mi Diablo, en la abuelita que acababa de fallecer y de cuyo entierro había sido partícipe hacía tan sólo unas horas, pensé en mis abuelos, en el Doctor, en mi Lucy y cuanta gente de una u otra forma ha tocado mi existencia y que ahora forman parte de mi tan admirado firmamento. Me sigue pegando como patada de mula vizca la soledad y sigo extrañándolo en cada latido y suspiro que me da el alma. Aunque aquí entre nos no dejo de pensar que ciertos eventos eventuales que han hecho acto de presencia últimamente llevan algo de su sello personal, porque son demasiada casualidad... algo me dice que él tiene mucho que ver en esto. Ya lo veo encuclillado en una nube, clavándome esos ojitos de travesura que tanto amé (y sigo amando), su medio sonrisa entre maloso y picarón, chocando sus manos en señal de malicia y tratando de tragarse la carcajada al verme poner cara de infarto por lo mucho que esos eventos me recuerdan su ser. "Figuraciones mías", me repito una y otra vez tratando de convencerme de que es simple casualidad, pero muy en el fondo me late la esperanza de que sea él quien ande de "mala influencia" provocando semejantes disparates, porque sólo él sabía, porque era asunto entre nosotros nada más.

Ayer lo vi en los ojitos de cinco de la Chunche, esa criatura tiene su misma mirada analítica, en especial cuando frunce el seño y me ve como si me estuviera escudriñando hasta lo que no es escudriñable. Celebramos los 18 de Andrea y juro que lo escuché cantar el Happy Birthday como siempre lo hacía, a destiempo y sin tono, a lo Grinch. Cargando a Camilla me perdí en la nostalgia de los malditos "hubiera"... la abracé tanto como me lo permitió y cerré los ojos tan fuerte como pude deseando despertar y encontrármelo ahí atorado de la risa, es que ya lo estaba oyendo... Abrí los ojos y lo busqué, fue ahí en donde lo encontré en los ojitos de cinco que me veían sin parpadear y lo escuché decirme: "no me diga que se le está antojando..." Me reí, ella me vio y me frunció el seño (marca registrada de los Mérida), y le dije "yo me entiendo Chunche, yo me entiendo". Me hubiera gustado verlo leyendo hasta las letras chiquitas de los empaques de pañales solo para ver si realmente se los estaban poniendo según las especificaciones del fabricante, revisando las instrucciones de lavado de la ropita de bebé o verlo contarle las arrugas de los pies, cuestión de inventario nomás. Me hubiera encantado verlo aconsejándole y dándole ideas de travesuras, llevándola al zoológico o enseñándole a memorizarse el Flabistanón como intentó conmigo y la Divina Comedia "Por mí se va a la ciudad doliente, por mí se va al eternal dolor, por mí se va a la perdida gente, fue la justicia la que movió a mi autor", bueno, algo así, pero ya vio Cielo, algo se me pegó... hubiera, hubiera, hubiera... ¡Ah, como odio lo que no fue!

La otra noche lo sentí abrazarme mientras trataba de dormirme, porque la cabeza no se me apagaba de tanto pensar en las casualidades y en los significados que tanto analizo y busco... yo y mis putas señales, palabra que sólo yo me entiendo. Sentí sus besos de azúcar y miel en mi frente, como siempre hacía cada vez que no podía dormir, sus dedos suavemente jugando en mi pelo y lo extrañé mucho, lo anhelé con todo lo que pude, porque desde que se fue no he podido dormir como lo hacía entre sus brazos, en ese espacio justo y exacto entre su hombro y su pecho. Hay días que no lo siento, no lo oigo, pero sin embargo los rosales no han dejado de florear, las aves del paraíso se terminaron de acoplar y la lluvia ya no me hace llorar.


La luna sigue ahí, con su elegancia de señora antigua, guantes blancos y vestido de seda importada. Mirándome desde allá, custodiando su eternidad, ella es ahora su nuevo hogar.