25 de enero de 2010

Transición 2009 a 2010


Noche vieja en Antigua con el corazón en rojo vivo y su mano tomada de la mía. El año terminó colmado de luces de colores, olor a fiesta chapina y estruendosos cohetillos amarrados a la estructura de un torito que se fue llevando con cada retumbo mis penas. Un tequila a fondo y sin respirar por mi Diablo eterno, otro a la salud de la nueva familia que me abre las puertas de su corazón y un último al compás del viento agradeciendo por los días pasados y repasados, por las aventuras, los llantos y las discusiones; los besos y las caricias, por sus palabras en mis sueños, por los cambios inminentes que me niego a aceptar, por mi pasado, este hermoso presente y mi futuro incierto; por los chapines en Vancouver y el Colocho en el viejo continente, por lo mucho que extraño mi vida y por todo lo que en algún momento dejé de hacer y debería retomar.

Viendo el cielo buscando mis señales de siempre me entró aquel sentimiento de culpa por sentirme tan bien, tan tranquila y contenta a pesar de ser mi primer año fuera de mi círculo familiar y mi segundo año a pie. Bajé la vista y me perdí en los ojitos de travesura del Loco que comparte mi camino hoy en día, pensé que definitivamente todo esto era una total locura, un arranque de escasez de sanidad mental frente a la formalidad de mis eternos años compartiendo con la familia, los hermanos, los sobrinos, las interminables horas tamaleando y riéndonos de todo y nada a la vez.

Este fin de año fue raro, el Clan fue herido por una fisura de incongruencias y banalidades, exageraciones unas, demagogias otras, así que me excusé del mundo y me retiré de mis costumbres incrustándome en otras que a lo mejor cuajaban más en el momento. Difícil fue cambiar la pierna horneada y el pavo/coche de la Susy o el menú festivo del aquelarre de mis fraternales brujitas, pero me vi en la urgencia y necesidad de cambiar de aires por unos momentos entequilados acompañados de un par de sándwiches “a la Wi” con quesito ahumado, jamón y pepinos.

El año anterior no había tenido tiempo de caer en cuenta de las fiestas porque no me había dado mucho permiso de darme cuenta. Pocas semanas antes y a medio camino de los villancicos navideños entendí que iba a ser otra navidad sin mi Diablo hermoso haciendo de sus travesuras típicas, de un aniversario más sin noche de bodas… dicen que no se debe de huir de los problemas pero esta vez decidí, en vez de encarar al toro por los cuernos, escapar a la tierra del nunca jamás. Dejé mi mundo atrás, el pavo con salsa de tamarindo y Jamaica (que de seguro me hubieran hecho llorar), la proyección número 3 millones de la lica del Grinch, mis adornos de lentejuelas y me enfrasqué en este mundo alterno que recién comienzo a comprender.

Sonaron las 12 y la calle repleta de pulmones gritó al unísono la bienvenida a la nueva década. Me besó en los labios a tiempo que le pedí a mi hermosa luna que el beso fuera eterno y que su abrazo no me soltara. El calor de su cuerpo me recordó que estaba viva, que aunque mi corazón se detuviera a ratos, seguía respirando y que aunque su mundo fuera nuevo para mí, su alma me daba un respiro. Su fantástica locura se había convertido, sin querer, en mi pequeño pedacito de cielo en esta realidad infernal. Me asusta sentirme parte de algo otra vez porque me aterra la idea de perder lo que en tan poco tiempo he ganado, que tanto me hace sentir y encima me siento bien. Lo veo y no puedo evitar ver lo bello que es, la frescura de su juventud, la energía de su mirada y la magia de esa sonrisa que me tiene más que enamorada de un tiempo para acá. Su corazón en bueno, sano y limpio a comparación del mío que parece carro de esas carreras en donde se aplastan unos con otros. De igual forma me acuna entre sus brazos, me susurra un “mi linda nena, mi brujita linda” y me derrito al compás de los tronidos del torito y los gritos asustados de la gente.

Esas calles de Antigua guardan mil historias y caminando de regreso al carro me doy cuenta que grabé una más entre las rendijas de las piedras. Pasando frente al parque me vi años atrás, enroscada en los brazos del Diablito, desde que él se fue no había podido regresar, esas calles olían a él. En más de algún momento sentí su loción, quizá eran aquellos sus ojos al cruzar la calle o fueron sus manos las que rozaron mi espalda entre el tumulto de gente que, de alguna manera embriagados, festejaban a gritos y saltos por la ciudad.

Me apreté a su costado, antes de salir me perdí en sus labios y respiré su aire, ese aire que me llena de sazón las venas, que me desarma el alma solo para volverla a armar en otro beso. Pasé la noche en su mundo, más no en sus brazos, más por respeto que por oportunidad. Abrí los ojos y vi lo mismo que día a día ven sus ojos. Sus libros, sus figuras, amanecí con el olor de su almohada y el calor de sus cobijas en mi piel. Para cuando dieron las 12 y el silencio se rompió me vi recostada en su pecho y no pude evitar compartir con él el momento. “Hoy hace 4 años me casé…” Algo se rompió dentro de mí como de costumbre a lo que él respondió con su frescura característica: “¿Te casaste en año nuevo y a medio día? ¡¡¡Qué de ahuevo!!!” Me reí, con esa risa que tanto le gusta y que es imposible amarrar cuando estoy con él. Hablamos de eso y mil cosas más y con el tiempo corriendo en el reloj me abrió las puertas de su mundo, viajamos por su infancia, sus juegos y sus maravillas. No me quería ir… quería quedarme ahí perdida, no encontrar el camino de regreso, pero la "batiseñal" se había accionado y se requería mi presencia en mi realidad.

La lluvia me despertó y de camino a mi regreso me di cuenta que había dejado olvidado un pedazo de mi corazón en aquel cuarto de paredes blancas, muñequitos manga y dinosaurios de madera. Se me quedó esa parte que sueña y siente… pensándolo bien está mejor ahí, estará mejor atendida y cuidada que aquí conmigo, porque el clima le sienta mejor que el calor del sur y le gustan más los árboles altos, las coníferas y los eucaliptos que los arbustos pequeños y escasos. Le traen buenos recuerdos, le remontan a su zona de seguridad cuando las responsabilidades no le atormentaban, pasaba los días jugando con los perros y persiguiendo mariposas.

Finaliza una etapa y como me dijo el Loco hace unos días “pasó un año duro, difícil, es momento de comenzar, seguir y avanzar, no te quiero ver estancada…” Reconforta saber que alguien fuera de mi estatus me quiere sin reservarse el derecho de admisión, hace lo posible por comprenderme sin perder el juicio y de paso me contagia con su diversión perpetua. La verdad y aquí entre nos, reconforta.

¡¡¡¡Salú por un año venidero atorado de razones para cambiar, mejorar, avanzar y desestancarse!!!! ¿Metas a corto plazo? Encontrarme pisto para darle vida al unicornio o bien sería más factible enrolarme nuevamente en las filas del proletariado, mejorar el repello para que el espejo no sea tan cruel con los años. Culpo a la vanidad de bruja por querer que este Loco hermoso siga detrás de mis huesos forrados de enguate porque la verdad me fascina el recorrido de su mirada a lo largo de mis costuras. Hay que remodelar la cocina y volverla ese nido de memorias que tengo metidas en la cabeza, reparar las grietas del alma y retomar mis sueños de tinta y papel. El Unicornio sigue esperando su venida a esta realidad de aceite y limón, seguiré hurgando entre mis cuentas de colores para ver si encuentro la manera de hacerlo empollar.

¡¡¡Salú por un año más de viejas costumbres, nuevas mañas y eternas manías con sal!!! Que la vida sigue andando a paso de pie grande (amén), que necesito encontrar la manera de robarle al futuro ese tiempo para encerrarme en los brazos del Loco divino para así poder seguir respirando y que la oportunidad me ponga enfrente la tan ansiada pintura para decorar azulejos que ando buscando.

¡¡¡Salú por una mente brillante, que logre de cualquier manera absorber los mitos, símbolos y signos para entender más a fondo este soberano embrollo en el que me he metido!!! Una copa de vino derramada en tierra santa por los que no están, un tequila por los que vendrán y atol de elote para los que en Vancouver están para que no se olviden de los que por acá se quedarán.

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